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martes, 1 de marzo de 2011

“El defecto de la igualdad es que la queremos sólo con los de arriba” – Henri Becque

Según la declaración de los Derechos Humanos, el artículo 1 dice “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Esta premisa deja de cumplirse en el momento que una madre da luz a su niño. No todos los seres humanos nacemos en las mismas condiciones tanto económicas, raciales, sexuales, o bien religiosas; es por eso que el entorno que nos rodea condiciona directamente a la igualdad ante el resto de la sociedad.
La falta de igualdad entre unas personas y otras nos lleva directamente a la diferenciación entre clases, y obviamente a la marginación. Estos principios empezamos a desarrollarlos todos los individuos desde el momento en que tenemos uso de razón. Por ejemplo, un padre siempre se posiciona en un estrado superior ante su hijo para imponer cierta autoridad y conseguir la obediencia de su condescendiente. De esta forma, el niño se da cuenta, subconscientemente, que no están en posiciones de igualdad. Así que cuando va al colegio emplea las mismas tácticas que su padre ha tenido con él para conseguir un beneficio, consiguiendo de esta manera que sus compañeros se le unan y le obedezcan. En el momento que uno de ellos deja de “seguir al rebaño” nace la marginación dado que es una única persona ante un gran grupo. Concretamente se denomina automarginación puesto que él toma la decisión de separarse de los compañeros.

No obstante, existen otros tipos de marginación generada por la diferencia de clases, religiosas, raciales, y discapacidades físicas; y éstas también se dan en colegios. En muchas ocasiones son entre los mismos alumnos, siendo el individuo atacado constantemente por insultos, burlas, e incluso agresiones físicas. Sin embargo, no toda la culpa debemos acarreársela a los niños, sino también a los adultos, puesto que los colegios concertados y privados restringen drásticamente la entrada de nuevos alumnos a los que consideran “desiguales” con normas absurdas como por ejemplo que tienen preferencia a matricularse aquellos alumnos que vivan más cerca del colegio. Obviamente, estos colegios (que en algunas ocasiones han sido levantados con dinero público) están ubicados en zonas ricas, donde claramente no viven personas con rentas bajas.

De esta manera no estamos educando a la sociedad en igualdad.

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